domingo, 9 de marzo de 2014

Equilibrio.

Esta vez mis manos tienen su propio instinto.
Es como un rompecabezas que por fin está armado.
Ya no hay momentos congelados, ahora son perfectos. Punzantes. De fuego.
Mis ganas permanecen intactas.
Mezclo las ideas, pero siempre con estabilidad, con armonía.
Convierto en tiempo real todo lo vivido. Esta vez bajo los tonos, las luces, los miedos.
Ahora estoy llena. Llena de mí. Llena de estupideces, de errores, de llantos, de ganas, de risa.
La tranquilidad y el equilibrio de uno mismo es lo que tiene prioridad. Y ese equilibrio me hace darme cuenta de que, una vez alcanzado no pienso, sino que vivo y siento más cada sensación, sin desaprovechar oportunidades, sin arrepentimientos, sin que nada me influya, y eso no debería convertirme en un demonio.
No amo sin querer, y a veces sin querer, amo. Me doy cuenta de las cosas de repente.
Soy irracional. Prefiero pedir perdón que permiso, y las consecuencias nunca son peores que el motivo por el que he arriesgado. Merece la pena.

No lo entiendes, ¿verdad? Es de locos, y solo entre locos me entiendo.

Así que, no, no estoy melancólica, ni triste, ni siquiera tengo miedo... y menudo alivio. Está bien regresar a la estabilidad después de un caos que has aprendido a controlar. Y cuánto me gusta.


"Hoy todo lo de más, es lo de menos".